sábado, 21 de octubre de 2017
MARAVILLA DE LA NATURALEZA: EL AJO
IMAGEN DE UNA CABEZA DE AJO.
FOTOS: ERNESTO B. Mc NALLY C.
Hablar del ajo resulta interesante, sobre todo
cuando se tienen problemas de salud. Su
origen parece ubicarse en Asia Central; es decir, en la que hoy es Kazajistán,
Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán; aunque también se estima que
en el suroeste asiático.
Las primeras huellas de su utilización en la
medicina o para el consumo, afloran en
la India y Egipto, aproximadamente entre el año 3000 y 2001 a. d. C.
Los griegos también lo utilizaron desde tiempos
antiguos y luego los romanos lo asimilaron en sus dietas, en el contexto
geográfico del Mediterráneo, cuando dominaron la región.
El
nombre científico del ajo es Allium
sativium linnaeus o Allium sativium. Los españoles le introducen en América, con
la conquista, a finales del Siglo
XV y hoy se cultiva en algunos
países, como Argentina, Colombia, Ecuador,
Perú, Chile y Brasil; entre otros.
El ajo crece mejor en climas fríos, en temperaturas
bajas, entre los 10 y 22 grados centígrados. Preferiblemente, es cultivado en la sierra, en alturas que oscilan entre
los 2000 y 3200 metros sobre el nivel del mar. El ajo contiene vitaminas B1 y
B2, niacina, vitamina C, calcio, fósforo, hierro, potasio, proteínas, agua,
lípidos y glúcidos.
Aunque su olor es fuerte, las propiedades del
ajo son extremadamente buenas como para despreciarle. Es que el ajo, además de
dar buen sabor a la comida, es un antibiótico natural, ayuda a bajar la
presión arterial y favorece la buena circulación de la sangre.
El uso cotidiano del ajo suele contrarrestar a
las bacterias, debido a que es un antibiótico en esencia.
Este bulbo u hortaliza, también es utilizado
para disminuir los efectos del reumatismo, el cólico estomacal causado por los
parásitos, la diarrea, el agotamiento y, para tratar las enfermedades nerviosas.
Por último, el ajo es considerado un depurador,
un diurético y antiflamatorio; además de un
antioxidante. Es utilizado para
las varices, dolor de garganta, tos y ronquera; dolor de muela, anemia, asma y granos en la piel; problemas de los bronquios,
picaduras de insectos, dolores musculares e insomnio.
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