martes, 4 de enero de 2011

NAVIDAD: ALGO MÁS QUE LA ENTREGA DE REGALOS Y UNA BUENA COMIDA



Si es usted de los que piensa, que la Navidad se reduce a la entrega de regalos y a la buena comida, entonces póngale cuidado.








¿A quién no le agrada que le entreguen regalos y le ofrezcan una buena comida? Pero la Navidad es más que eso.
El término Navidad alude a la relación de Dios con el ser humano. Dios se hace ser humano, al nacer de una virgen llamada María, y todo esto, dentro de un contexto de salvación.
En efecto, la salvación viene de lo alto. No es cuestión de fantasía, sino de una realidad ligada también al pecado.
Pero, lo que las sociedades modernas parecen entender hoy día, dista mucho del sentido de la festividad navideña. No es una simple fiesta, como se hace ver en los medios de comunicación social, pues fiestas ya existen bastantes.
Tampoco se trata de arreglar la fachada de las viviendas o comer todo aquello que no se acostumbra durante los otros meses del año, o de comprar regalos para aquellos seres más apreciados.
La Navidad es una celebración diferente. Alejada de la percepción comercial que impulsa a las personas a desvirtuar el sentido del nacimiento de Cristo, se tiene la idea de que Dios se ha manifestado a la creación; ya no sólo con los profetas, que señalaron el nacimiento de Jesús, sino con su propio Hijo.
Se trata de un hecho trascendental para los cristianos. Os ha nacido un Salvador y eso no es poca cosa, por lo que el “Feliz Navidad”, encierra un llamado a la conversión, al cambio de vida, al seguir a Cristo, modelo de santidad.
Por eso, la Navidad no se queda en la entrega de regalos, o en una buena comida, o en pintarlo todo, para que luzca como aquellos “sepulcros blanqueados”, de los que se habla en el Evangelio.
¿Cuánta gente se deja llevar por la marea del comprarlo todo, del almacenarlo todo, del conformarlo todo, a las ideas del mundo? ¿Y, cuánto derroche de fantasía? No puede haber Navidad si el “hombre viejo”, no deja las vestiduras del pecado y se viste de “hombre nuevo”, e imita a Cristo; porque para que haya Navidad, es necesario que Cristo nazca en los corazones, de quienes la celebran.
Sí, imitar a Cristo no es nada fácil, ya se sabe. Así lo demostraron los profetas, los apóstoles, y por regla, sus discípulos. ¿Cómo decir hoy: soy cristiano, si las mis obras dicen lo contrario? ¿Cómo celebrar Navidad, si todavía no he cambiado de vestiduras?
En un mundo plagado escándalos, de los denominados “servidores públicos”, o caracterizado por los contrastes entre ricos y pobres, cómo llamar Navidad, a un momento en el que se hace más evidente la injusticia social. Por eso, la Navidad, al margen de los regalos, las comidas y las casas pintadas, alude más al vínculo que Dios hace con la criatura humana. No es un simple llamado de atención, del exteriorizar lo que algunos piensan sobre el nacimiento de Cristo, no. Se trata del asumir una conducta acorde con la Palabra de Dios, con el Dios entre nosotros.

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