jueves, 2 de octubre de 2008

EL PERIODISMO COMO PROFESIÓN


SER PERIODISTA ESTÁ DE MODA. PARA ALGUNOS ES UNA OPORTUNIDAD DE HACER ADEPTOS; PARA OTROS, REPRESENTA ESTAR EN UNA VITRINA; PERO EL PERIODISMO, REALMENTE, NO ES NADA DE ESO.

Cuando el doctor Rodrigo Uprimny, colombiano, director del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (DeJuSticia) y profesor de la Universidad Nacional de Colombia, disertó sobre la libertad de expresión, en el marco del seminario sobre la libertad de prensa y ética en el periodismo de radio y televisión, realizado en Panamá, hubo cierto descontento.
En aquella oportunidad, se planteó el caso de los periodistas y su profesión, de quiénes pueden ser catalogados como tales y de la facultad de éstos de agremiarse. Se dijo, que cualquier persona que quiera ejercer el periodismo podía hacerlo, amparado en la libertad de expresión, que contempla la libertad de prensa; pero al surgir la pregunta, sobre la facultad de los periodistas de agremiarse de acuerdo a un mínimo de requisitos, la idea que quedó en el ambiente fue: se pueden agremiar, pero “no” determinar quién es periodista y quién no lo es.
Hoy quedan las dudas de aquel “no”; sobre todo porque la profesión de periodismo, es como cualquier otra, en la que se necesita algo más que destrezas, que por supuesto, algunas personas tendrán mayor calibradas que otras.
Se habló de la Jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y de la postura de aquel ente, de dejar prácticamente, las puertas abiertas a cualquiera que desee atribuirse el título de “periodista”; aunque siempre quedan las interrogantes acerca de tal punto de vista.
El caso panameño, por citar un ejemplo, obliga a reflexionar sobre los orígenes del periodismo y, de todos los controles que a través de la historia de la humanidad, se han puesto a la libertad de expresión. En algunos casos fueron las contribuciones requeridas, para obtener el papel, en el cual se escribía. También se recuerda, aquello del subsidio estatal, para quienes le hicieran la venia. Y por decirlo de algún modo, están las “listas negras”, cuyos miembros son aquellos que han decidido decir la verdad, que no conviene al orden social, político y económico. Claro está, que dichas listas, no existen materialmente, pero todos conocen a los desdichados que son rechazados una y otra vez, por el sistema, debido a su inquietud, un tanto “radical”.
Ni hablar de los casos de periodistas amenazados o asesinados a causa de su profesión; son simplemente, decenas. Los casos de México, Honduras, Guatemala, Estado Unidos y Colombia, claramente lo demuestran; sólo habría que leer los Informes de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión en América.
Lo que sucede, es que mientras a unos se les persigue, por hacer el trabajo que otros, no hacen, a todos se les considera como iguales. Claro que toda persona tiene derecho a expresarse y a utilizar los medios de comunicación social. Nadie ha dicho que no. ¿Pero, cuándo “se le pone el cascabel al gato”? Se trata de que existen personas que alegremente juegan con la profesión. Políticos, esotéricos, oportunistas, “celebridades”, voluptuosas, abogados, curanderos y sindicalistas; todos son periodistas, por el hecho de tener una revista radial al aire, una columna, editar alguna publicación, o conducir un programa de televisión (por aquello del Principio del Culto a la Personalidad).
En el vocabulario común, se cuenta con términos como: colaborador, editor, comentarista, columnista, fotógrafo, locutor, corrector de estilo, presentador y periodista. Todos entarñan un papel dentro de un medio de comunicación social, y por lógica, tienen sus diferencias.
Habría que recurrir a las definiciones del concepto “periodismo”, para darse cuenta, que hay distintos tipos de comunicadores (publicistas, relacionistas públicos, locutores, propagandistas, etc.), que no necesariamente son periodistas y que, manejan el mensaje de forma diferente; porque sus fines reflejan, precisamente, ciertas diferencias.
¿Será que el periodismo, por su influencia en las comunidades, se ha visto como una catapulta para ascender socialmente o lograr un determinado fin, por aquello de la publicidad y la opinión pública?
¿Se puede imaginar un gremio, en donde unos son médicos, otros carpinteros, otros ingenieros y otros comunicadores sociales; pero bajo el mismo título de periodistas? Aquello sería como incluir en un corral, a serpientes, tiburones, leones, vacas y corderos. “Todos con intereses diferentes, con profesiones diferentes y con conocimientos diferentes”.
Y la realidad no es otra. En cierta ocasión a un director de un medio impreso, se le preguntó sobre la primera plana de aquel diario, y la respuesta – contra todo pronóstico – fue que no importaba, ni tampoco el contenido de las informaciones del interior. Cualquier periodista, formado o no en una universidad, sabe que la primera plana, es de suma importancia para el medio impreso, porque es el escaparate, la vitrina en la cual la gente se fija para comprarlo y; finalmente, los anuncios son pagados, por la circulación del impreso. Pero si se indaga sobre la profesión del mencionado director, cualquiera que le conozca le contestará: “Abogado”.
Y resulta ser, que el buen periodista, tampoco es necesariamente el que mejor escribe, o el que mayor interés despierta por su narrativa. Esa es una imagen que ilustra sólo una parte de las realidad, salvo cuando se habla de dólares, o mejor dicho, de euros.
El buen periodista es mucho más que eso. Es aquel que “informa” y no “desinforma”; es aquel que trabaja para la comunidad y que funda su trabajo en la verdad, y no en los intereses torcidos que puede tener el establishment. El buen periodista es el que se forma, el que constantemente busca desempeñar mejor su trabajo, el que se apega a la ética.
Habría también que definir el concepto “libertad”, que implica el escoger lo bueno y rechazar lo malo; por lo menos así lo ha manifestado la Iglesia Católica en su Doctrina Social. Así, pues, la “libertad” no consiste en un libertinaje, que en el mundo de hoy, se traduce en la exhibición de mujeres desnudas o fotos de muertos, para vender más fácil el periódico, y para reforzar ciertos patrones de conducta o desviaciones sociales. Tal acepción de la palabra “periodismo”, no es válida realmente, aunque le llamen “periodismo sensacionalista”.
Por otra parte, todo discernimiento, produce una separación de ideas, de conceptos, de algo. Al establecerse un gremio de periodistas, automáticamente se descartan unas personas que no lo son, porque no cumplen con esos mínimos requisitos que la sociedad ha estimado como necesarios para mantener un orden y no una anarquía. Se observa en todos los gremios, es algo sencillo.
Curioso es, que los grandes medios hablan de libertad de expresión, pero se reservan la facultad de publicar, lo que ellos estiman, cuando les conviene. Aquí no vale cláusula de conciencia, ya que, el periodista que decide trabajar con una empresa periodística, puede llegar a autocensurarse si desea el empleo; mientras que el público se ve forzado a aceptar las “reglas del juego”; que indican, hasta dónde llega el espectro del poder político y económico.
Lo otro, es el Derecho Humano de formar un gremio, de tener un sindicato, de luchar por unas condiciones de trabajo más consecuentes con la realidad, de elevar los niveles de la profesión, de protegerse; porque al protegerse, también se protege a la comunidad; y esto tiene que ver con la libertad de expresión y con la democracia.

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