viernes, 10 de octubre de 2008

LOS DONES DEL SEÑOR AL SERVICIO DE UN NUEVO HUMANISMO

Cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga: de Honoris Causa a un Nuevo Humanismo.

Ni el mismo cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, pensó jamás que sería obispo y, mucho menos - nos atrevemos a indicar - distinguido tantas veces por la misma causa: servir a Dios.
En esta ocasión, la Universidad de Panamá, la más representativa del pequeño país centroamericano, le acaba de otorgar un doctorado Honoris Causa, en base a su ardua labor en beneficio de los más necesitados.
La realidad puede parecer muy confusa, sobre todo en un mundo caracterizado por un marcado espíritu secular; pero para los salesianos es otra. El solo nombrar a Don Bosco, ubica a los panameños en otro contexto: el de los grandes milagros.
La Familia Salesiana - como se acostumbra a decir en la Basílica Menor Don Bosco, en Ciudad de Panamá - ya ha obtenido otros reconocimientos. En 1996, el obispo salesiano Carlos Ximenes Belo ganó el Premio Nobel de la Paz, por su intenso caminar en pro de la no violencia en Timor Oriental y, el mismo Rodríguez Maradiaga ha sido objeto de múltiples reconocimientos por su trabajo; tal es el caso del Premio Viktor Frankl 2008, de la fundación que lleva el mismo nombre y, concedido al Cardenal hondureño, como parte de la promoción humanística de la psicoterapia.
Viktor Frankl fue un neurólogo y psiquiatra austriaco, de origen judío, sobreviviente de los campos de concentración alemanes, de la Segunda Guerra Mundial (Theresienstadt, Auschwitz, Kaufering y Türkheim). Después de su liberación, el 27 de abril de 1945, publicó su célebre libro El hombre en busca de un sentido, en donde señaló que, el ser humano debe encontrar una razón para vivir, con base a una dimensión espiritual, aunque sea en las condiciones más excesivas de deshumanización.
Este fue el escenario que sirvió de preámbulo para que, la Casa de Méndez Pereira, como también se le conoce a la Universidad de Panamá, otorgara el doctorado Honoris Causa al cardenal Rodríguez Maradiaga; en un acto formal, el 8 de agosto, en el Paraninfo Universitario, y al que asistió el nuncio apostólico de su Santidad, Mons. Giambattista Diquattro; el arzobispo de Panamá, José Dimas Cedeño Delgado, el cuerpo diplomático acreditado en la República caribeña, el Rector de la Universidad, Dr. Gustavo García de Paredes, autoridades académicas y público en general.
El cardenal Rodríguez Maradiaga dedicó el Honoris Causa, a los jóvenes panameños, en un momento - como él mismo dijo - de “particular emoción”. “Me siento sumamente honrado al recibir este doctorado de la Universidad Nacional de Panamá”, añadió el Purpurado, a la vez que enfatizó, que “está convencido de que cuando la juventud desea superarse, el camino de la educación, es el mejor camino para superar la pobreza de nuestro continente”.
Luego, al ser abordado por la prensa, respecto a la Vigésima Tercera Jornada Mundial de la Juventud, realizada en Sydney, Australia, el Arzobispo de Tegucigalpa volvería a pronunciarse respecto a los jóvenes; a los cuales se refirió con especial admiración, sobre todo por el testimonio de vida y la alegría, de quienes constituyen el futuro de la humanidad.
Empero, una vez cumplido con las formalidades introductorias del evento, le tocó la palabra al cardenal Rodríguez Maradiaga, que en su discurso, que duró aproximadamente 26 minutos, habló del coraje por el Nuevo Humanismo; al tiempo que reconoció que aquel título, era llamativo, pero riesgoso.
El ambiente era festivo, engalanado con flores y cubierto por más de una veintena de periodistas; y hasta hubo que deleitarse con las interpretaciones de la Orquesta de Cámara de la Universidad de Panamá, de amplio recorrido nacional e internacional. Pero lo más significativo, fue la disertación de su Eminencia Reverendísima.
Las líneas centrales del mensaje del Cardenal, rondan la Doctrina Social de la Iglesia Católica (enseñanza social del Evangelio, aplicada a los problemas de la vida de los pueblos); y por eso, se puede entender, la necesidad de vivir un Nuevo Humanismo en Latinoamérica; no importado o sometido a los intereses de quienes tienen una deuda social; incluso por omisión de sus deberes como cristianos.
En este orden de ideas, el Cardenal se refiere a la deuda externa. Maradiaga indica en su alocución, que “todos hablan, con una facilidad increíble, de la deuda externa, cuando lo absolutamente escandaloso, sin olvidar la gravedad de aquella, es la deuda social que se tiene en el interior de cada comunidad nacional; y que es aquella parte de desarrollo, negada sistemáticamente a los pobres, por parte de aquellos que creen no haber nacido como deudores; sino como acreedores, y a quienes la vida todo les debe, sin que ellos sientan necesidad alguna de satisfacer, con alguna obra, en beneficio de los otros…”.
Anteriormente, cuando para su sorpresa fue escogido como presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), sus palabras habían girado en igual sentido, al ser abordado por el Boletín Salesiano brasileño. En aquella ocasión manifestó: “La misión de la Iglesia es atender la gran masa de excluidos, que a partir del 80 no hace más que crecer”.
Y todavía más, en su pasada visita a Ciudad de Panamá, con motivo de la novena a San Juan Bosco, fundador de la Congregación Salesiana, el cardenal fue cuestionado sobre el tema social y económico, y contestó que, la persona no era sólo economía. “La economía es sólo uno de los aspectos. Pero si usted se fija, - al dirigirse al periodista - en el mundo de hoy todo se tiende a reducir a problemas económicos, y entonces, como consecuencia, se va degradando la humanidad”.
Pareciera, pues, percibirse en las líneas conceptuales del cardenal Rodríguez Maradiaga, el reflejo de las ideas del papa León XIII, acerca del trabajo y la relación obrero - patronal, en la carta encíclica Rerum novarum (Las cosas nuevas); hasta llegar a los más recientes documentos del papa Benedicto XVI, con su Deus caritas est (Dios es amor), por ejemplo; no sin antes pasar, como es lógico, por el Concilio Vaticano II, los documentos escritos por Juan XXIII, Pablo VI y su sucesor, Juan Pablo II.
También se asemejan las ideas de Maradiaga, a las enseñanzas de los documentos emergentes de las cinco Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano (Río de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida). Así, el Purpurado hondureño alude a que el desarrollo es el nombre de la paz, exteriorizando lo señalado por Pablo VI, referenciado en el documento Gaudium et spes, en el número 35 y mencionado por el papa Juan Pablo II, en el discurso inaugural de la Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, conocida popularmente como Puebla.
Igualmente, el actual Arzobispo de Tegucigalpa se cuestiona en su discurso, acerca del hambre en el mundo; especialmente en Latinoamérica, un continente bendito, con extraordinarias riquezas y, sin embargo, empobrecido sin justificación alguna.
Señala el Cardenal hondureño, y actual Presidente de Cáritas Internacional, que hoy día se habla de extracomunitarios en Europa, como si los menos favorecidos o los latinos y afros, no pudieran hacer comunidad.
Además el Prelado toca en esta oportunidad, sin dudarlo, aspectos muy del diario vivir, como la corrupción y la hipocresía que se teje en torno a ésta, cunado añade: “Y cuánta hipocresía, en aquellos que acusan a la política y a los políticos, de llevar consigo el monopolio de la corrupción; cuando cada vez más se pone en evidencia, que no hay corrupto público, si no hay corruptor privado; y no hay corrupto nacional, sin la existencia de corruptor internacional”.
Por eso, Rodríguez Maradiaga hace énfasis en un gran pedagogo - que indiscutiblemente, resulta ser Jesús - y quien, a diferencia de otros, sí hablaba en serio; y por eso, como el propio Cardenal afirma, “no le fue tan bien”. Y este pedagogo, añade el Cardenal, decía: “Por sus frutos los conoceréis” y que: “Si el árbol no da frutos hay que cortarlo y echarlo al fuego”- en el contexto del Nuevo Humanismo, claro está -.
El discurso del Cardenal Rodríguez fue diáfano, matizado de un profundo sentido social, y en el que se aludió a la situación del migrante, menospreciado como persona; víctima de la indiferencia de los que se sienten ajenos al problema, a pesar de ser cristianos. Y dicha indiferencia es todavía más grave, al tratarse de seres humanos, dotados de gracias especiales por Dios. Aquí cabe observar la postura de los animales, quienes – de acuerdo al Cardenal – nunca dejan de reconocer a un miembro de su propia especie, a pesar de su condición. “Cuando un gato encuentra otro gato - indica el Cardenal - nunca tiene duda de que el otro es un gato. Cuando un perro encuentra otro perro, nunca tiene duda de estar encontrándose con otro…”.
Pero para el ser humano, la realidad no es igual a la de los animales, o así lo señala el Purpurado hondureño, cuando argumenta: “Históricamente, por el contrario, el hombre siempre ha tenido dudas de que el otro sea un ser humano, un verdadero ser humano como él, no un ser humano rebajado. Recuerden ustedes que Aristóteles hablaba de los esclavos, como unos seres animados, muy parecidos al hombre…”.
Y esa misma realidad alcanza al hombre y a la mujer de las sociedades contemporáneas. Lo único que cambia es el contexto, de un mundo aparentemente más civilizado, y como quien dice, con una imagen lavada del respeto a los Derechos Humanos. Basta, si se sigue la línea discursiva de Maradiaga, “mirar la indiferencia de la comunidad internacional, frente a los miles y miles de muertos en Sudán, en otras regiones de África, del Medio Oriente, de Latinoamérica”.
Existe, pues, para el Cardenal centroamericano, una latinoamericanidad, una africanidad, y una exclusión, que en general abarca a todos “los miembros de las comunidades marcadas por la pobreza”, y a quienes no les está permitido ser comunidad.
No hay duda, que el mensaje del Cardenal, gira en torno a la vivencia del Evangelio, y al no limitarse en decir: “Soy un bautizado”; por lo menos eso es lo que se desprende de la continua predicación del Purpurado, especialmente en Panamá, país en el que una vez llegó a señalar que “muchos bautizados no viven su fe. Sobre todo no viven las consecuencias de su fe”, y esto definitivamente guarda relación con el diario caminar del cristiano, y por qué no, con los políticos, para quienes también tuvo palabras en está visita al istmo.
La política - enfatiza Maradiaga - “es el arte de decir la verdad y, por lo tanto el político es el que siempre la dice”.
Y en esta misma dirección, el Arzobispo de Tegucigalpa manifiesta: “La democracia, más que un sistema electoral, es un estilo de vida. Que la economía, la ciencia, la tecnología, están al servicio del ser humano y no éste al servicio de ellos. El desarrollo es el nombre más evidente de la paz. Que es preciso crear una economía armonizada con los valores de la persona humana. Esto es así, la democracia debe ser profundizada. Nos quedamos con una dudosa democracia electoral y no se dan los otros pasos. Una democracia que genera excluidos y hambre y pérdida de valores, debe ser reformulada”.
Es en este contexto, que los cristianos han de hacerse verdaderos discípulos de Jesucristo. Pero, como lo señaló el cardenal Maradiaga, en el marco del Tercer Congreso Misionero Americano (CAM 3), celebrado hace algunos días en Quito, Ecuador, para ser discípulo hay que conocer al maestro y; ser discípulo de Cristo, implica ser un auténtico cristiano, comprometido con la verdad, y dispuesto a afrontar las consecuencias de decirse cristiano.
En medio de estas ideas, el Purpurado cuestiona el cristianismo vivido por más de 500 años en América, la falsa caridad, y la doble moral de “quienes quieren cumplir entre nosotros, lo que no son capaces de cumplir con nosotros, en su propio país”. Recuerda con esto el Cardenal, las palabras de Mahatma Gandhi (Gran Alma): “El cristianismo es muy bueno, pero los cristianos son muy malos”. Nuestro cristianismo - añade el Arzobispo de Tegucigalpa - desgraciadamente no ha podido establecer verdaderas relaciones de “fraternidad, de solidaridad, de convivencia y de amor al prójimo”.
Con todo esto, Maradiaga no niega la realidad. Se sabe que la humanidad está enferma. El bombardeo es incesante. Vivimos en un mundo marcado por el desenfreno del consumismo, de la violencia, en todas sus formas, y de lo que a todas luces – asegura el Cardenal – constituye “la no creencia en Dios, que ajusta cuentas al final del camino”.
Si se hace una valoración del mundo de hoy y de los pasados veinte siglos, la respuesta no sería muy halagadora. “El diagnóstico, dice que el Humanismo murió de exceso de teoría y de poca práctica”, afirma el Purpurado centroamericano. Sólo hay que ver la brecha entre ricos y pobres, y las estadísticas que impresionan; y que, hasta podrían ser ofensivas, de acuerdo a Maradiaga.
Lastimosamente, frente a esta realidad, las personas reaccionan de tres formas diferentes - argumenta el Cardenal -. A unos, les sirven los datos para el ataque a los culpables; a otros, les “despierta una enorme creatividad, que se funda en que a pesar de lo negativo de los datos, ellos mismos les señalan que las cosas podrían ser peores; pero como no lo son, piensan que están demostrando la posibilidad de que puedan ir algún día bien”. El tercer grupo, es aquel que guarda indiferencia; y que de acuerdo a Maradiaga, “está dispuesto en hacer todo lo posible, para no hacer parte de los totalmente desfavorecidos por la suerte”.
Por eso, el Nuevo Humanismo es el Evangelio, que se siembra para que produzca frutos de solidaridad, de justicia, de devoción hacia la vida; y para encontrar, permanentemente respuestas a los desafíos del ser humano moderno.
El Humanismo Nuevo, pues, exige coraje y compromiso y no sólo el entusiasmo del testimonio, indica el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga.
Es por todo lo dicho que, para el actual Arzobispo de Tegucigalpa, “el cristianismo es el único sistema que no ha fracasado, porque es el único que no ha sido aplicado”. – Y concluye el Cardenal – “Quizás el aporte de América Latina sea comenzar a hacerlo posible”.

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