jueves, 2 de octubre de 2008

DE LA VIOLENCIA DOMÉSTICA A LA EXPLOTACIÓN SEXUAL COMERCIAL


La violencia doméstica no es la causa de la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes, pero sí un factor de riesgo.

¿Qué relación tiene la violencia doméstica con la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes (ESC)? Pues, mucha.
La condición de vulnerabilidad de las personas que experimentan la violencia doméstica, por parte de las redes de ESC es palpable.
Cuando se habla de ESC, se alude a un delito, que consiste en la utilización de niños, niñas y adolescentes en actividades eróticas o relacionadas con sexo. Puede que se trate de relaciones sexuales, producción de películas pornográficas, turismo sexual, traslado de personas con fines sexuales o espectáculos sexuales privados o públicos.
La violencia doméstica puede estar relacionada con la ESC, en la medida en que el niño, niña o adolescente, en su condición de vulnerabilidad, es afectado por un cliente explotador, un proxeneta o un intermediario.
La violencia doméstica, también conocida como violencia intrafamiliar, se entiende como, toda acción u omisión de alguno de los miembros de una familia, que quebrante los derechos de cualquiera de las personas que componen ésta. También puede darse en uniones de hecho y relaciones de pareja con cinco años e intenciones de permanencia.
Por regla general, las víctimas de la violencia doméstica son aquellos miembros más vulnerables: las mujeres, los niños y niñas y los adultos mayores. El varón, puede ser víctima, pero las estadísticas señalan que esta realidad se presenta en menor cantidad de casos.
Se dice con cierta frecuencia, que la actividad de ESC se produce de forma semejante al accionar del narcotráfico. En otras palabras, sucede que quienes están involucrados en esto, proceden con tales niveles de organización, que se ven en la necesidad de formar todo un equipo a su servicio.
En un estudio realizado por el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) en coordinación con el Instituto de la Mujer de la Universidad de Panamá, en el año 2001, se reflejó que en el Distrito de San Miguelito, en la Rep. de Panamá, las principales víctimas de la ESC eran personas de sexo femenino y que esta situación dependía de la existencia de una demanda, que por lo general, se vinculaba al sexo masculino. El 37 por ciento de las víctimas resultó ser de 17 años de edad.

OTROS FACTORES DE RIESGO

Un factor de riesgo, ya mencionado es el de la violencia doméstica. Se habla de que en Panamá, las familias, en un elevado porcentaje son del tipo monoparental (que constan de un solo cónyuge y la prole), y esta situación trae como consecuencias muy frecuentes, el abandono emocional o físico de los hijos e hijas dentro del hogar, ya sea por parte del padre (con mayor regularidad), o de la madre.
No obstante, existen otros factores, que los especialistas en el tema han señalado, y que curiosamente, también se pueden incluir como violencia doméstica. Tal es el caso de la permanencia de los niños, niñas y adolescentes, de manera prolongada, en las calles y lugares públicos; el abuso sexual previo (si se presenta dentro del ámbito familiar o por negligencia de papá o mamá); y la desprotección por condiciones relacionadas con la migración (si se da a consecuencia de acciones irresponsables del padre o la madre de la criatura). A todo esto habría que agregar la pobreza y una educación deficiente.
Existe otro factor de riesgo que guarda relación con las políticas sociales y económicas del Estado, y esto tiene que ver con la sociedad en su conjunto.

LAS CAUSAS DE LA ESC

Se puede pensar, sin ninguna duda, que la demanda de los explotadores está relacionada con los modelos sociales aprendidos. El varón, desde muy temprana edad, aprende que el rol ligado a su sexo, es el de ver a la mujer como un “instrumento sexual”, y a veces sin importar la edad de esta. Son roles o modelos sociales de comportamiento, que de no ser desarrollados, pondrían en tela de duda su condición de varón, sobre todo en una sociedad machista y hedonista. Estos modelos, aunque no lo parezca, son aprendidos en primera instancia en la familia y luego, es la sociedad en su conjunto, la que se ocupa de reforzarlos. A un niño que llora, por ejemplo, se le señala que no lo haga, porque los hombres no lloran. A un hombre que tiene que defender sus derechos, se le reta públicamente y se le dice: “Si eres varón, fájate” y; al llegar la pubertad, al adolescente varón se le inculca la idea, de que mientras se acueste con más mujeres, “más macho es”; e incluso se le paga a una mujer, para que el chico tenga su “primera experiencia”.
Por otra parte, a la mujer se le enseña, hasta cierta forma, que con su cuerpo puede “llegar a ser”. Se observa en la televisión que la chica, con aires de sensualidad “consigue todo”, hasta “un buen marido”. Se repite esta escena, de manera frecuente en las novelas. Con esto se refuerza el modelo social de que la mujer es un “objeto sexual”, “una cosa” de la que los varones se pueden servir. Y en esto contribuyen los medios de comunicación social, sin lugar a dudas.
Así, el varón piensa que es normal, pagar por servicios sexuales, y se esgrime el mito, de que una joven es más segura, porque hay menos riesgo de contraer una enfermedad.
Como se puede ver, todos éstos son estereotipos ligados al sexo, y esto tiene que ver, en algo, con la familia y la educación. No es por nada que, en una entrevista relacionada al tema, el cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga señalara: “Si la familia está sana, entonces la sociedad estará sana. Si la familia está enferma, entonces toda la sociedad estará enferma y, es lo que estamos… Eh… Constatando”.

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