lunes, 11 de enero de 2010

EL SUEÑO DEL ELEFANTE




En la vida, los seres humanos se dejan llevar por la apariencia; sucede frecuentemente. ¿Pero, qué tiene que ver esto con un elefante?








Resultó que un hombre, una noche tuvo un sueño. Todo comenzó cuando el hombre vio cinco dólares rugosos, en uno de los hombros de una avenida, en plena ciudad, cuyo nombre no importa resaltar.
Junto a los cinco dólares habían otros dos, pero un poco sucios por el lodo, ya que estaban cerca de uno de aquellos huecos que dejan las llantas de los carros, en los hombros de las avenidas.
Al ver el dinero, el hombre pensó que no era de nadie, y que lo podía coger. Como el billete de cinco dólares sólo estaba arrugado, únicamente tendría que estirarlo un poco, pero a los dos billetes de un dólar, tendría que limpiarles el lodo.
Así que, sin dudarlo, se agachó a recoger el dinero, pero de pronto, al ver los billetes bien, se llevó la sorpresa de que eran de una promoción; aunque él siempre estuvo seguro de que el dinero era legítimo.
Repentinamente - en medio del sueño - el hombre vio a un elefante, tan cerca, que pudo ver sus extraños ojos, que eran como oscuros, pero con la pupila más clara. Era un animal con el tamaño de un camión de mudanza, de aspecto intimidante y de movimientos lentos.
El hombre sintió mucho miedo, el corazón se le aceleró. Pensó que su vida corría peligro, que podía morir apachurrado por el elefante, que aunque tenía la conducción de un señor, no dejaba de ser un animal que con cualquier acción podía reaccionar y matarlo.
El hombre vio al elefante y sintió su olor y, al mismo tiempo se preguntaba de dónde había salido semejante bestia. En eso, el hombre despertó y sin titubear un minuto, reflexionó. Se trataba sólo de un sueño.
En la vida, las personas actúan motivadas por la apariencia de las cosas y de sus congéneres. Aquellos dólares, que para él representaban algún dinero extra, parecían ser legítimos, nunca los vio como publicidad o algo parecido, pero al cogerlos, se dio cuenta de que la realidad era otra. Se decepcionó.
Así sucede con las personas. Uno juzga por la apariencia, por la imagen que los demás proyectan, pero cuando se llega a conocer mejor a la gente, en muchas ocasiones se encuentra la misma realidad de los dólares: eran una promoción, eran pura publicidad.
Y con lo del elefante sucede lo propio. Aquel hombre se preguntó, por qué se expuso tanto. Pero la respuesta es lógica: él nuca vio al elefante, hasta que lo tuvo de frente; inmenso, como un camión de mudanza.
Así también resulta con los fracasos, con los golpes que nos damos con la gente. Entonces uno se pregunta lo mismo. ¿Pero, cómo pude ser tan ingenuo? ¿Cómo pude dejarme engañar? ¿Cómo le di tanta confianza? Son preguntas cuya respuesta parece ser la misma que la del hombre del sueño. Es que nunca vimos al elefante. Sólo vimos lo que nos importaba; es decir, la apariencia.
Por eso, la importancia de ver las cosas, y sobre todo a la gente, como lo que es. No somos perfectos - eso es cierto - y en cualquier momento uno se puede dejar llevar por lo que queremos ver en los demás, aunque solamente sea cuestión, de apariencia.

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