viernes, 17 de octubre de 2008

MI ENEMIGA: ¿LA TELEVISIÓN?


La televisón como instrumento de comunicación social no es enemiga de nadie. ¿Pero, las personas que manejan los mass media, lo harán con el afán de beneficiar al público?

“Mi enemiga la televisión”, señalaba un sujeto con ironía, al reflexionar un tanto sobre los mensajes difundidos en este medio de comunicación social.
La conclusión a la que aquel hombre llegó, no estaba tan alejada de la verdad, sobre todo si se analiza la programación de los canales locales.
Gran parte de la vida de un joven, la pasa frente a la pantalla chica. Se descartan horas de dedicación a otras actividades, como el deporte o la lectura, para ver escenas de sexo, golpes, gritos, asesinatos, violaciones y obscenidades.
Las televisoras en los países latinoamericanos, han dedicado mucho tiempo de sus programaciones a la difusión de material, cuyo contenido poco edificante, se observa con demasía; sin importar el efecto nocivo en el receptor. Un ejemplo claro es la proliferación de las canciones del género reggaetón, en las que se habla de venganzas, de crímenes y de sexo desenfrenado. Jóvenes de prácticamente todos los estratos, cantan de memoria, las letras de éstos denominados éxitos.
En el año 2005, en una información divulgada por la agencia de noticias Deutsche Presse Agentur (DPA), se indicaba que las escenas de sexo en la televisión estadounidense habían aumentado. En este estudio realizado por la fundación Kaiser Family, se estableció que en los últimos siete años, las escenas de sexo habían pasado a ser, de 1.900 contabilizadas para 1998; a aproximadamente 3.800 en más de 1.100 programas, en las principales cadenas de televisión en E.U.
Y como si esto no fuera nada, Vicky Rideout, vicepresidente de Kaiser Family, afirmó que el número de programas que advertían sobre los riesgos y responsabilidades del sexo, eran muy pocos. El estudio llevado a cabo por Kaiser Family reflejó que el 14 por ciento de los shows con contenido sexual, incluían discusiones sobre el llamado “sexo seguro”.
Algo parecido ha sucedido en Latinoamérica. Así por ejemplo, en Panamá la Conferencia Episcopal Panameña, en la carta titulada: Nueva evangelización y sociedad panameña, con fecha del 3 de noviembre de 1993, Fiesta de San Martín de Porres, señaló: “Nadie puede dudar de que los medios de comunicación, con sus nuevas tecnologías, marcan decisivamente todos los ambientes de vida y de trabajo...”
Más adelante, en el numeral 143, de la carta en mención, los Obispos añaden: “Los medios de comunicación social, con su agresiva penetración en el seno de las familias, son una de las causales de descomposición de nuestra convivencia social por la divulgación de una mentalidad y un estilo de vida consumistas y egoístas, que adormecen a los jóvenes introduciendo falsas expectativas y creando necesidades ficticias; por la abundancia de violencia en la programación, no faltando, en ocasiones, la pornografía; por los atropellos a la dignidad de la mujer, su contribución a la divulgación de malas imágenes de la familia y de un relativismo en la moral; por sus manipulaciones del sexo en la publicidad, su aporte a la masificación y a la difusión de contravalores.”
Naturalmente las productoras de estos mensajes tienen conocimiento del público al que quieren llegar, y de las conductas que desean generar en receptor; de forma que el contenido de los mensajes no es nada al azar.
No hay que olvidar que la población, en algunos lugares del orbe, es relativamente joven, como es el caso de Panamá. Se estima, de acuerdo al Informe Nacional de Desarrollo Humano Panamá 2004, que en el 2020, la población joven en el país, será de 650 mil personas. En este mismo informe se indica que más de la mitad de la población (para el 2004), era menor de 25 años.
Es verdad que la televisión como medio de comunicación social es sólo un instrumento; pero en manos de oportunistas, dedicados a manipular o controlar a las masas, definitivamente es una herramienta de destrucción. Aquí sucede como con el refrán de que “el interés rompe el saco”; y el afán de quienes invierten en la televisión, es el lucro – aunque algunos digan que no se puede generalizar -.
En este sentido, es conocido el hecho de que son los mensajes y su repetición sistemática, los que en muchas ocasiones moldean los gustos y las costumbres de las personas, especialmente cuando hay presión de grupo, o cuando el entorno constituye un factor de riesgo; como es el caso de las comunidades con altos índices de violencia, de consumo de drogas, de prostitución, y tantos vicios más.
También es cierto que existen televisoras o productoras, entregadas a una labor loable, o a la educación integral del ser humano; así como tampoco se puede ocultar el hecho de que se utilicen los medios aparentemente “educativos”, para desinformar y manipular políticamente al receptor. - Como quien dice: “De todo hay en la viña del Señor”; y eso ya ha sido hartamente difundido -.
Lo que sería bueno resaltar, entonces, es que hay que señalar las fallas del sistema - para mejorar, obviamente -. Sólo hace falta, así, que quienes dirigen a los grandes medios de comunicación social, incluida a la televisión, muestren mayor voluntad de cambio; pues el público reacciona igual a como sucedía con la tonada del flautista y el pagador, en la obra Congrave, en la que al oír una tonada triste, se entristecían; mientras que con una tonada agradable, se alegraban.

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